

Rodrigo Paz no tuvo tiempo para celebrar. Apenas confirmada su victoria electoral con el 54,6% de los votos frente a Jorge “Tuto” Quiroga (45,3%), el presidente electo de Bolivia activó una transición contrarreloj. La situación del país es crítica: inflación, colas en las estaciones de servicio y una fuerte crisis energética obligan a tomar decisiones inmediatas.
El nuevo mandatario asumirá el 8 de noviembre, en medio de una de las peores crisis económicas de las últimas cuatro décadas. La moneda local se devaluó con fuerza y el desabastecimiento de combustibles encendió las alarmas en todo el territorio.
Paz ya mantuvo reuniones con el presidente saliente Luis Arce, y definió que los ministerios de Presidencia y Relaciones Exteriores coordinen el traspaso para garantizar “continuidad y gobernabilidad”.
En su primera conferencia, Paz habló de “tiempo cero” y mencionó contactos con la Casa Blanca, el gobierno de Javier Milei y otros países del Mercosur, además de Brasil, Uruguay y Paraguay. El objetivo inmediato es asegurar el suministro energético y estabilizar las cuentas públicas.
“Primero ordenamos la casa, y luego iremos a hablar con el Mercosur con una casa ordenada”, afirmó el líder de la alianza Comunidad Ciudadana.
El nuevo presidente no contará con mayoría parlamentaria, lo que obligará a negociar cada medida en un contexto social y económico delicado. Su equipo anticipa un paquete de emergencia con foco en el sistema energético, el tipo de cambio y el abastecimiento interno.
En un escenario sin margen para festejos, Paz encarna una transición marcada por la urgencia, la diplomacia y la necesidad de resultados rápidos.