

La vida de Jorge Newbery es de película. Apasionado de la aviación, vivió poco tiempo y dejó su sello en la historia de la aviación al ser el fundador de la aeronáutica militar. Con menos de 40 años, encontró su muerte haciendo lo que más le gustaba: volar.
Newbery quería ser el primero en cruzar la cordillera de los Andes y llegar a Chile. El 10 de febrero de 1914, desde el aeropuerto El Palomar y en su avión Morane Saulnier, bate el récord mundial de altura al ascender a 6225 metros; de esta manera comprobó que su sueño de cruzar la cordillera era posible. A los pocos días viaja a Mendoza y comienza con los vuelos de entrenamiento a gran altura. Lo acompañan sus amigos, el aviador Benjamin Gimena Lastra y Fels, con quienes recorren en mula la cordillera, investigando el terreno y para conocer datos meteorológicos.
Con el trabajo de campo realizado, planea volver a Buenos Aires para a buscar su avión y realizar el vuelo. Antes de partir, desde la gobernación le organizan un almuerzo en el que participan figuras relevantes de la sociedad mendocina. Todo el mundo quiere verlo volar. Ante la insistencia, Newbery acepta el pedido y, en el avión de su amigo Fels, comienza a hacer algunas acrobacias aéreas. Al iniciar un looping el avión falla en el aire a tan solo 500 metros de altura y se hunde en la tierra. Cuentan que "¡Agarrate, Tito!” fue la última frase que dijo a su acompañante, Jiménez Lastra, quien sobrevivió al accidente.
El país entero lloró su muerte. Una caravana en tren desde Mendoza a Buenos Aires lo acompañó, pero antes de partir para Buenos Aires, embalsamaron su cuerpo. Por cada pueblo que el tren pasó, lo salieron a despedir con euforia. El 3 de marzo su cuerpo llegó a Buenos Aires donde lo esperaban sus ocho hermanos. La caravana fúnebre atravesó la estación de trenes de Retiro y de El Palomar y Palermo, donde finalmente bajaron el féretro del tren y en una carroza tirada por cuatro caballos realizó el traslado hacia el lugar del velatorio: el club Sociedad Sportiva, el escenario de sus grandes hazañas.
Miles de personas se concentraban en los alrededores de la funeraria. La policía instaló un vallado que los fanáticos, por medio de una avalancha, tiraron para intentar entrar a la sala velatoria a despedir a su ídolo. Hasta el momento, no se había sucedido en el país una manifestación popular de estas características.