Se cumplen  8 años de la muerte del fiscal Alberto Nisman, quien para muchos fue victima de una operación de inteligencia para que no avance en el juicio por el atentado a la AMIA y para otros su accionar fue una consecuencia de su propia inoperancia por no soportar la presión de no tener las pruebas suficientes para inculpar a la por entonces presidente Cristina Fernández de Kirchner en la presentación que debía hacer ante la justicia.

Hoy, a casi una década de su fallecimiento, no existen pruebas en la causa que puedan determinar que Nisman fue asesinado. De hecho, las pruebas indican que se trató de un suicidio, pese que buena parte del imaginario popular crea lo contrario. Los actores principales de la causa certificaron la hipótesis del suicido y no se ha podido contrarrestar dicha hipótesis.

Pese a ello, la utilización política del caso, la fantasía popular de buscar series de espionajes en la vida real y un deplorable accionar de la justicia no hacen más que alimentar la duda.

A 8 años de la muerte de un fiscal de la nación, nadie sabe que sucedió con él. La duda acerca de un suicidio o un asesinato sigue instalada en la sociedad, a pesar de que la tendencia es bastante clara. ¿Cuándo sabremos que pasó realmente en aquellas torres de Le Parq?