miércoles 29 de noviembre de 2023 - Edición Nº1820

Últimas noticias | 21 dic 2022

Esto somos

La consagración de la Selección en Qatar dejó en claro la forma de ser que tenemos los argentinos. Pasionales, eufóricos, alegres, desorganizados, populares… todo eso y mucho más quedó reflejado en una celebración que duró más de 48 horas y fue la más imponente en la historia del país.


En el preciso momento en el que Gonzalo Montiel convirtió el penal definitivo para que Argentina gane la tercera Copa del Mundo de su historia, el país vivió un momento de felicidad y festejo que dejó al desnudo frente al mundo entero una forma de ser, vivir y sentir con la que se podrá coincidir o no, pero que nos pinta de cuerpo entero.

Las calles se poblaron durante dos días de personas felices, desbordantes de alegría. Al menos por un momento vivieron la misma felicidad los que están bien arriba en la escala social y la base de una pirámide cada vez más despareja. Por un rato nos olvidamos del dólar blue, el MEP, de la sentencia a Cristina y los disparatados tuits de pato Bullrich.   Por un instante sintieron lo mismo el dueño de un banco que un cartonero, un verdulero que el CEO de una multinacional, un abogado que un ferretero… porque la felicidad no conoce de escala sociales, es una y con eso basta.

Claro, semejante alegría no se vive todos los días y eso fue definitoria para llevar el pueblo a las calles. El fútbol es motivo de alegrías y tristezas para una sociedad castigada por la inflación, la pobreza y los gobernantes. 36 años después de que Maradona descolle en México, Messi se vistió de Diego y, con un liderazgo nunca visto en su mutante personalidad, jugó para ganar el mundial que debía ganar.

La llegada de los campeones nos desnudó por completo. Controversia política por un feriado. Un presidente debilitado. Una oposición irresponsable, ventajera y clasista. Una organización tercermundista. Un descontrol en las calles. Un festejo bien argento.

Tan argento fue el festejo que los jugadores, profesionales de pura cepa y CAMPEONES DEL MUNDO, armaron un viaje de egresados y dejaron de lado sus millones. Tomaron vino y fernet comunitarios, agarraron bombos, fumaron, regalaron camisetas y arengaron más en el festejo que los propios hinchas. Sí, fueron más hinchas que los hinchas y más argentos que los 5 millones que fueron a ovacionarlos.

La mezquindad política y sus medios funcionales intentaron desacreditar una enorme emoción popular. Ellos creen que pudieron hacerlo, pero el pueblo sabe que no fue así. Porque sabemos lo que somos. Somos el vino de Otamedi, el fernet de De Paul, la mamua de Julián, la falta de protector en la cara de Messi y el descontrol de las calles. Quien no quiera verlo, debe ser porque no es tan argento como nuestro festejo.   

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